martes, 20 de marzo de 2012

PRESENTADO EL POMEARIO DEL ESCRITOR Y POETA TELDENSE LUIS ANTONIO GONZÁLEZ PÉREZ “SOMOS MATERIA DESECHABLE” EN LA CASA MUSEO PÉREZ GALDÓS DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

por Jesús Ruiz Mesa
El pasado viernes 16 fue presentado el último poemario del escritor y poeta teldense Luis Antonio González Pérez, “Somos materia desechable”, en la Casa Museo Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, libro editado por Ediciones Vitruvio de la Colección Baños del Carmen.
Luis Antonio González Pérez, nació en Telde, Gran Canaria, en 1983, dese 2003 reside en Madrid. Es autor de varios libros de poesía, Sobre tu silencio y a pesar del ruido, Abril, tres de la mañana; apuntes para un poema, Trazos Desnudos, Confieso el Vacío, Prontuario, y Una isla imposible, traducido al inglés, alemán, con ilustraciones del artista, el pintor Andrés Delgado.
La directora de la Casa Museo Pérez Galdós, Da. Rosa María Quintana da la bienvenida al presentador y autor del libro y al numeroso público que llenaba el salón de actos. Interviniendo en primer lugar el escritor D. Federico J. Silva expresando acerca del libro Somos materia  desechable: “Hay dos maneras de hacer crítica literaria, dos modos de ver críticamente un libro, dos tratamientos que darle, el tú y el usted, penumbra o luz del diálogo, el tiento y el análisis, quién esto escribió fue el autor de Crimen. Agustín Espinosa, en tiento y análisis, y  del Romanticismo y cuenta nueva de Gutiérrez Albelo, señala que tentar una cosa es bien distinto de analizarlo, el tiento es aún emoción, el análisis es frialdad rígida, ambos son buenos hermanos, sin embargo como lo blanco y lo negro, cuando se les oye al mismo tiempo se piensa en lo útil de su maridaje. Toda lectura debe implicar una colaboración y casi una complicidad,  como proponía el maestro Borges.
En la dedicatoria del libro, coherente con el título, leemos un a lo que desecho de mí, que es clásica y benévola entidad que nos retrotrae a Fray Luis de León. Pero este es un libro en el que hay escritura y literariedad. Su autor nos presenta 36 poemas sin título que ya son fragmentos de un único poema, sin estrategias de enmascaramiento del yo, aunque sabemos que en poesía, el sujeto, el yo poético no es más que un efecto del lenguaje. Los versos, amores consumados desechados en una hora, podían justificar el título del libro, pero somos materia desechable es mucho más que lo que confiesa Luis Antonio en un reciente y generoso recital on line.
Declara González, que su escritura tiene bastante que ver con un deshacerse de lo que va pesando, de lo que parece, pero no es, que surge por la necesidad de contar esas relaciones fugaces, consumibles, propias de nuestra sociedad capitalista, urbana, en la que se pasa, del enamoramiento al desamor sin pasar por el amor, pero sin la impostura propia de la poesía. El yo poemático se enfrenta a sí mismo en, Frente al espejo. Un breve espacio ignoto parece hundirse en una sombra negra de madera. Hundirse, apuntarse a bocajarro, herirse, ahogarse en la búsqueda del otro hasta beber de tu propia hiel y de tus fraudes, contra el espejo que me afrenta.
En la primera parte del libro titulada,  Contra el tiempo, con Cortázar al fondo, hallamos una reflexión llena de ecos del siglo XVII, o de Quevedo y Calderón, con la escritura del mismo título de tópicos como, tempus fugit, memento mori, meditatio mortis y si me apuran el sic transit gloria mundi o el vanitas vanitatum, o la presencia del otoño, las horas negras y las horas muertas, por no hablar de esa laguna helada de las palabras, sugeridora de la fúnebre laguna Estigia. En Somos materia desechable, la segunda parte,  el tópico filosófico moral se convierte en desengaño, caducidad, charco de mentiras, nos queda poco, tal vez, para terminar de consumirnos, o versos de perdimos el tiempo. En la última sección, Grito, azul, y el viento me devuelve, gris, la desilusión expresada amargamente: pudre mi juventud en las manecillas roídas del tiempo, como la noche que se cierne, guadaña o lecho sepulcral, el tiempo que se convierte en espacio, monte de mentiras, la existencia elíptica,  etc, se transformarán en terribles y desasosegantes certezas: no hay más que lo que uno es, cuando no se esfuerza por ser nada. Hoy no soy, miedo a hacernos preguntas, aves que anidan enjaulas grandes, envejecer, desvanecerme, desconocerme, olvidarme, tornar a caduco, los finales no tienen que ser perfectos, y dudar, por qué no dudar de uno mismo.
Como se ve, una vez franqueado el pórtico de Somos materia desechable, no regresamos igual, eso es lo que tiene la iniciación en los misterios órficos. La metapoesía es constante en este poemario concediéndole un suplemento de literariedad, pues se constituye en un segundo grado de la escritura según la terminología de Roland Barthes, en versos como, para que este poema y yo dejen paso al silencio”. En su intervención el escritor Federico J. Silva hace un verdadero análisis literario, filosófico y poético, de cómo interpretar las reflexiones que el autor va expresando en cada uno de los versos que, él mismo, en su materia desechable ha querido expulsar desde su intimidad frente al espejo, frente a su juventud, y frente al vacio de lo que va quedando, en el tiempo, en el espacio: A lo que soy por haber sido, a lo que desecho de mí, y a lo poco que queda”.
Interviene el autor del libro Luis Antonio González Pérez: “Agradezco a la Casa Museo Pérez Galdós el haberme dado el privilegio de la presentación de este último poemario, a todo el público presente y a Federico por ser capaz de aceptar el envite de presentar este libro, y gracias por su lectura y saber expresar al medida de lo que uno hace. Hace alusión de las palabras del editor al inicio del libro, generosas hasta el extremo, porque uno al final no es más que el resultado de la suma de los días, la suma de los intentos y  como  llegar al resultado humilde de lo que uno es capaz de hacer, hoy y ahora. Quiero significar esto porque a los que venimos de generaciones posteriores se nos mide mucho en comparativa con otros ya situados, uno no puede escribir más de lo que puede con su edad, con su tiempo, con su experiencia, y con su conocimiento de lectura, y ser responsable, consecuente, coherente en el hoy y en el ahora con sus ideas y tener la magnífica oportunidad de que le queden otros cincuenta años para llevarse la contraria.
Somos materia desechable, aunque esa dedicatoria marque mucho la extensión de medirse por el aquí y el ahora,  y valorando lo que uno se mide y se pesa, como decía Federico, tiene también una segunda dedicatoria a Miguel Ángel Curiel, un magnífico poeta y gran amigo, que hablando de todo este tipo de situaciones, de desechabilidades, de la consumición de las relaciones, de cómo valorábamos antes las amistades, en familia, las relaciones y mucho más en el arte, ahora, son instantáneas, el poeta me decía, no te das cuenta que el mundo está demasiado acostumbrado a consumir personas, y es cierto, en el fondo nos consumimos ágilmente, y a la vez nos desechamos sin problemas y limitaciones.
En una cita al principio del libro de José María Millares, poeta que costó mucho se le reconociera debidamente y yo no voy a dejar de nombrarlo en ninguna de mis presentaciones, y obligado recordarle a muchos, del libro Los Aromas del Humo: El humo en la sombra, […] ni el humo gris del tiempo que ya desaparece y en nosotros se viste de espesura y en la voz oculta, en la noche, en su oscura palabra, […] Con esta cita inicio la primera parte del libro, Contra el tiempo, poemas que como bien ha comentado Federico y expliqué en un foro on line, están escritos frente a un pequeño espejo, con un flexo y música de jazz de fondo enfrentándome a uno mismo y a todo aquello que, igual desechas, pero igual en principio cuestionas: Contra el tiempo una melodía de jazz extingue la noche. Ya no sé si quedan dos o tres compases para que este poema y yo dejemos paso al silencio. Todo lo que sé de mí se diluye como el humo de una shisha coronada de cenizas, como un contratiempo absorto de jazz, como un verso que sólo rima con puntos suspensivos o paréntesis abiertos. Contra mí, todo está prendiendo el reflejo, un flash que transforma el tiempo en pequeñas constelaciones inhabitables. De la segunda parte que da nombre al libro hay una cita de Salvatore Quasimodo, uno de los autores a los que más renta literaria he sacado, por sus lecturas y obras, y por recomendación de Eugenio Padorno, uno de sus autores de mesilla, ejemplo de autor que hay que tomar y retomar de la estantería por su ejemplo de eternidad. También se aleja mi compañía: Tal vez haya cambiado también mi tristeza, como si yo fuese no mío, por mí mismo olvidado.
Poema primero de esta segunda parte: Somos materia desechable, putrefacción, óxido en las manos de otros. Tenemos la caducidad contada en las palabras precisas, agotadas antes del vacío. La hoja en blanco que alberga todas las verdades cae violentamente al suelo. 
La tercera parte, Grito, azul, y el viento me devuelve, gris, reconozco que es una parte del poemario más compleja en vocabulario, más recargada,  en una apetencia de enfrentarme, quizás contra lo que hasta ahora no me había atrevido a digerir poéticamente, pesar y medir el propio eco de las palabras, quizás en la marea, no lamiendo una orilla, rompiendo contra el risco, contra la costa, principalmente en eso se basa este poemario: Pudre mi juventud en las manecillas roídas del tiempo, se secan los años en la garganta, se enfrían, malheridos, los sueños en un invierno que sobrevive al sol, al nudo genital que atormenta la potencia, que preña toda distancia, que aleja a todos. Emigra el pudor y los esquemas que lastran la luz cansada de inconsciencia, ignota y vagabunda en algún verso libre, puta e ilustrada en algún labio afilado que me nombra a dentelladas, a tropiezos. Pero no hay más que lo que uno es cuando no se esfuerza por ser nada. Cuando le pesa el guión, y se le caen los papeles de entre las piernas. Muchas gracias”.
Un  poemario que no deja un resquicio de intimidad o de interioridad que ante un espejo, desnudos, de alma y cuerpo, no hallamos reflexionado más de una vez en la soledad, en el silencio, en los espacio vacíos del tiempo, y en el intento de descubrir el paisaje de nuestra existencia y encontrar respuesta a la misma,  pensar los versos que el poeta Luis Antonio nos descubre: La virtud también se encuentra en la impostura, la cerrazón indigna de destruir la masa, el tiempo, las ideas, el espacio inhabitable: todo cuanto se empeña en que seamos nosotros.
Enhorabuena por este último poemario, profundo y serio trabajo en la búsqueda del ser humano, del poeta teldense Luis Antonio González Pérez, Somos materia desechable, versos y poemas para leer, releer, reflexionar y quizás, ayudar a encontrarnos a nosotros mismos. Muchas Gracias.    
Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural Telde y www.teldeactualidad.com, 18 de marzo 2012

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